Con la reforma energética que han aprobado Senadores y Diputados del PRI, PAN, PVEM y PANAL, la clase política en el poder ha tendido a perfeccionar la manera de robar los recursos petroleros.
Ya lo hacían, pero esto era objetado por las trasnacionales petroleras, pues desde hacía 75 años no tenían participación en el atraco de los recursos petroleros. Como a los ladrones que gobiernan les era necesaria "legitimidad" de parte del capital internacional, que les provea de impunidad y la inalcanzable satisfacción a su voraz apetito financiero. Había que proceder a legislar. Era una promesa a los verdaderos dueños del poder.
Como dichos políticos son en su mayoría narcisistas psicopáticos, el reconocimiento de alguien a quien admiran, como son los grandes saqueadores internacionales de recursos y agiotistas, el asunto se convirtió en emblemático. Su mayor representante, Enrique Peña estaba obsesionado por lograrlo. No estoy hablando de lograr la reforma, sino el reconocimiento de los mayores ladrones globales.
En esta identificación proyectiva (Klein, 1948), en la cual los ladrones mexicanos se creen igual de ladrones que los que negocian en Nueva York y Londres, se solazan en la felicidad de la reforma lograda, del "deber cumplido" ante sus admirados captores. En su soberbia, no son capaces de asumir su realidad, que son títeres gobernantes de un país considerado de los más corruptos. No se dan cuenta del rídiculo que hacen ante los grandes pillos globales.
Entonces, son ladrones en primer lugar porque quisieran ser como los grandes ladrones de la globalización. Pero no pueden, pues solamente son sus lacayos.
Ya lo hacían, pero esto era objetado por las trasnacionales petroleras, pues desde hacía 75 años no tenían participación en el atraco de los recursos petroleros. Como a los ladrones que gobiernan les era necesaria "legitimidad" de parte del capital internacional, que les provea de impunidad y la inalcanzable satisfacción a su voraz apetito financiero. Había que proceder a legislar. Era una promesa a los verdaderos dueños del poder.
Como dichos políticos son en su mayoría narcisistas psicopáticos, el reconocimiento de alguien a quien admiran, como son los grandes saqueadores internacionales de recursos y agiotistas, el asunto se convirtió en emblemático. Su mayor representante, Enrique Peña estaba obsesionado por lograrlo. No estoy hablando de lograr la reforma, sino el reconocimiento de los mayores ladrones globales.
En esta identificación proyectiva (Klein, 1948), en la cual los ladrones mexicanos se creen igual de ladrones que los que negocian en Nueva York y Londres, se solazan en la felicidad de la reforma lograda, del "deber cumplido" ante sus admirados captores. En su soberbia, no son capaces de asumir su realidad, que son títeres gobernantes de un país considerado de los más corruptos. No se dan cuenta del rídiculo que hacen ante los grandes pillos globales.
Entonces, son ladrones en primer lugar porque quisieran ser como los grandes ladrones de la globalización. Pero no pueden, pues solamente son sus lacayos.
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