Impunidad "Haiga sido como Haiga Sido"

Como el psicópata que nos desgobierna afirmó que ganó las elecciones “haiga sido como haiga sido”, la gente que lo apoyó – clase política traidora a la democracia, empresarios, iglesia, delincuentes, sindicatos charros – mantiene su impunidad. Esto se ve en la vida cotidiana y empeora las condiciones de vida de los mexicanos. No se puede “Vivir Mejor” en un régimen de impunidad que favorece las injusticias sociales. Cada uno de los exponentes de la impunidad en México procura seguir al ideal: si Calderón está en el poder con un alto nivel de ilegitimidad, entonces se pueden realizar acciones ilícitas en contra del pueblo para seguirse enriqueciendo. Se trata de imitar, de identificarse introyectivamente con el mayor exponente de la impunidad. “Haiga sido como haiga sido”, lo cual implica en cierta manera que Calderón vive en un constante delirio de grandeza.
El delirio de grandeza es un concepto que implica la existencia de una falla en la prueba de realidad, una apreciación grandiosa de sí mismo que no corresponde con lo que en general los demás observan. El extrañamiento implica aislarse del mundo en una vivencia antipática, sin interés en lo que los demás sienten o desean. Ambos rasgos de carácter mencionados por Freud dan cuenta de una persona con grandes dificultades para establecer vínculos profundos.

En el ámbito político, el delirio de grandeza se manifiesta de manera muy evidente. En muchas ocasiones, el líder cree que no existe ningún acotamiento a sus ambiciones de poder. Incluso puede existir una situación delirante en la que surjan ilusiones francamente mesiánicas, donde la condición carismática del líder puede conducir a sus seguidores a cometer los actos más aberrantes, como puede ser el genocidio. El delirio de grandeza se origina en un momento de la vida en que el narcisista desea compensar un fuerte sentimiento de inferioridad. Esta compensación pudiera estar reforzada por una figura parental, que le proporciona imaginariamente poder al sujeto que imaginará “poseer el atributo que engendrará odio y amor (Lachaud, 1998)”.

En el núcleo del delirio se encuentra precisamente la introyección “en forma omnipotente de un objeto parcial, primitivo, totalmente bueno y/o han proyectado en forma omnipotente su propio sí mismo “hacia dentro” de tal objeto (Kernberg, 1987: 159)”. Esto da una idea del por qué los narcisistas malignos presentan ideaciones paranoides. La proyección del ideal del yo en el líder que Freud (1921) proponía en “Psicología de las Masas y Análisis del Yo”, tiende a convertirse en un rasgo narcisista en la medida en que el sujeto reintroyecta al ideal proyectado. Sin embargo, cuando surge una idea de la existencia de un enemigo aparente, como encarnación “del mal”, la masa podría estar concordando con las ideas paranoides del líder o de manera inversa, introyectar, gracias a la propaganda, los mensajes de peligro de que el líder percibe. Existen muchos casos de líderes políticos que han logrado el apoyo popular en la medida en que han puesto en el imaginario colectivo la imagen de un peligro del cual él podrá proteger a la masa; un ejemplo es el aumento de la popularidad de George W. Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, otro ejemplo podría ser el incremento en las preferencias electorales por Felipe Calderón a partir de marzo de 2006, cuando se empezaron a difundir masivamente spots de radio y televisión identificando al contrincante López Obrador como “un peligro para México”. En realidad, lo que se proyecta en estos mensajes es el temor paranoide del líder político respecto de un peligro percibido, junto con la idea grandiosa de que él será capaz de conjurar la amenaza.

La idealización excesiva de sí mismo, conlleva la devaluación excesiva de los objetos que no contribuyen al mejoramiento de la percepción del self. Cuando no se tiene un éxito percibido en el triunfo de un self idealizado sobre los objetos temidos, depresión y paranoia pueden unirse para amenazar al Yo. Pudiera hipotetizarse aquí que uno de los factores que constituyen el constructo de narcisismo maligno es precisamente la combinación del delirio de grandeza con el paranoide. En el caso del liderazgo político, el sujeto mantendrá una combinación de su sensación de poder absoluto, de estar a cargo y en control de todo, con la expectativa de ser traicionado, en una suspicacia constante y una visión del adversario político como si fuera un enemigo maligno.

En esta combinación de rasgos patológicos se destaca el aspecto de la conciencia del narcisista, que se encuentra dominada por el interés en sí mismo, con una imagen auto – percibida de una persona escrupulosa y orientada que se enfrenta a ciertas circunstancias adversas; “parecería que es completamente sincero y de hecho lo es en un determinado momento” (Post, 2004: 111). Al negociar con un narcisista en una situación de crisis, sería bueno recordar la frase de Ronald Reagan: “confía, pero verifica”. Esto se combina con la suspicacia, sine qua non del paranoide, sujeto hipersensible y fácilmente influenciable, siempre en la búsqueda constante de pistas que le permitan probar sus temores, rechazando pruebas en contrario u hostilizando a quien las aporta. “En una sociedad cerrada, el paranoide, ejemplificado por Stalin o Hussein, puede estructurar el ambiente para confirmar sus sospechas” (Post, 2004: 111). También pudiera ocurrir que se desestima un riesgo real por estar atendiendo un riesgo temido y magnificado sin que haya pruebas de su existencia. Por ejemplo, cuando ocurrió la desgracia del huracán Katrina en 2005, el gobierno federal norteamericano, encabezado por George W. Bush se encontraba más preocupado por la amenaza terrorista que por prever desastres naturales (Gheytanchi, Joseph, Gierlach, Kimpara, et. al., 2007). Esto deja ver la pérdida de perspectiva, significada por la distracción de la energía psíquica que puede tener un líder narcisista que procura actuar según sus percepciones paranoides.

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