Hubo una vez un reino que poseía una isla, una isla que
había sido recuperada con grandes sacrificios del reino rico vecino del pobre,
quien siempre la había codiciado. El reino pobre, pudo recuperarla gracias que
el reino rico, codicioso, se puso en guerra con otros reinos codiciosos igual y
entonces el reino pobre aprovechó la distracción para quedarse con la isla.
Después de 75 años, llegaron a ese reino pobre unos malos
gobernantes, que habían sido educados en el reino rico del norte y decidieron
vender la isla a dicho reino.
Le decían mentiras al pueblo, que con la venta de la isla se
crearían muchos empleos, pero el pueblo ya sabía que el dinero que pagaría el
reino rico, lo aprovecharían los malos gobernantes para gastárselo con su corte
en lujos y vicios. No quedaría nada para el pueblo.
Pero como esta venta era ya lo último que le quedaba al
pueblo del reino pobre, decidieron echar fuera a los malos gobernantes, hartos
ya de tantos impuestos y tantos robos. Se organizaron de casa en casa, sin
hacer caso de los mensajes de miedo y amenazas que los malos gobernantes hicieron
a quienes se rebelaran.
La codicia acabó con los malos gobernantes, pues se les
opuso la dignidad del pueblo. Fue injusto que los lincharan, pero el pueblo ya
estaba muy enojado, pues habían sido muchas mentiras y despojos.
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