No me importa de donde lo traigan...





La imagen autoritaria que Calderón trata de impulsar sobre sí mismo ha pasado recientemente por dos momentos. El primero es la ahora famosa y burlesca foto donde sale de kepí y casaca abierta "encabezando" una campaña militar. El segundo es el intento, como recurso mediático de aparecer como quien podrá enfrentar con fuerza la escalada inflacionaria que apenas empieza.

Hay que recordar que en el imaginario popular mexicano, la especulación de los bodegueros maiceros siempre se ha asociado a descontento popular. Ahora que se ha desmantelado la estructura distributiva del Estado y se ha dejado en manos de los especuladores, será muy difícil que, aunque se importara maíz barato, se lograra que quedaran fuera los especuladores, al contrario, será pretexto para que hagan más negocio.

El descontento por hambruna será ahora un acompañante de Calderón. A ello se agregará la imagen de "generalito" que él mismo decidió proyectar. El cálculo fue muy malo, pues se le puede mirar como alguien a quien no se le puede obedecer, una burla de general. En toda la campaña electoral nunca tuvo ante los medios una imagen tan desastroza.

La frase "no me importa de donde lo traigan..." ciertamente indica demasiada ansiedad. En las entrevistas que han dado a los medios los funcionarios responsables de frenar el alza del precio del maíz, se nota demasiado nerviosismo. Pareciera que el tema de la inflación es algo muy sensible, sobre todo en la víspera del viaje a Davos, reunión en donde se tiene que vender la estabilidad macroeconómica.

Calderón ha sido traicionado por los especuladores o más bien se están cobrando la factura política antes de tiempo, en el momento más oportuno para ellos, pero en un momento político muy inoportuno.

Cada día la oposición a Calderón tendrá más parque que dispararle. Sus desplantes autoritarios no le salen, pues no tiene una imagen de fuerza, por más que quiera. En gran problema se encuentran sus asesores de imagen.

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