Liderazgo patológico de Calderón

La mercadotecnia política que aprovecha la psicología de las masas para posicionar líderes es ahora vital para el acceso al poder. Sin embargo, es necesario que el líder tenga ciertas características aceptables que le hagan objeto fácil de la idealización de la masa, aunque desde un punto de vista ético y verdaderamente democrático, lo deseable sería que dicho líder respondiera de manera íntegra a las expectativas populares de progreso y justicia social. Por ejemplo, los líderes políticos actuales, tienden más a gastar en promoción de su imagen personal a través de mensajes que “posicionan” su imagen que en acciones de desarrollo social, que tal vez contribuirían más a una mejor percepción de la opinión pública. Así da cuenta de ello la siguiente noticia, publicada por la agencia de noticias de la revista Proceso:
México, D.F., 6 de noviembre de 2007 (apro).- El mismo día en que el presidente Felipe Calderón anunció la creación de un fondo de 200 millones de pesos de emergencia, en apoyo de las pequeñas y medianas empresas devastadas en Tabasco por la inundación, una comisión legislativa de la Cámara de Diputados informó que en lo que va del año, Calderón ha gastado más de 10 veces más que esa cantidad en promocionar su imagen a través de los medios electrónicos e impresos: 2 mil 650 millones de pesos en 10 meses.
¿Qué tan dispuesto está el líder a aprender de esta clase de errores? De acuerdo a la investigación, un líder sociopático y narcisista, no lo estaría. Más bien, daría explicaciones conformes a su patología, egosintónicas. A ello se agrega una patología grave del superyó. Kernberg (1984: 249), señala que: “conservar la honestidad social ordinaria y experimentar un sentido apropiado de culpa y responsabilidad moral en las relaciones con otras personas, hablan de la capacidad para mantener las funciones básicas del superyó”. Un líder que no conserva esta cualidad, está en el punto de considerársele antisocial. Precisamente, reconocer la capacidad de aprender de los errores de manera explícita, aleja a una persona de la soberbia característica del liderazgo patológico. A veces, el líder patológico estaría dispuesto, sí, a reconocer sus errores, pero solamente de cara a los resultados de las encuestas de opinión, es decir, si una determinada acción, le lleva a que el público le descalifique o le desconozca, lo cual implica más bien una respuesta reactiva a lo que se percibiría como una falta de gratificación narcisista.

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