La Locura por la Legitimación

Cuando toma prestada una armónica de un anciano y la toca, cuando visita a la mujer más longeva del país, cuando se viste de indígena, Calderón trata de seguir en su frenesí por lograr popularidad y legitimarse. Los medios masivos de comunicación apoyan irrestrictamente, no atacan a la figura presidencial, pero la gente ya se ha dado cuenta de la ineptitud. Es por ello difícil que le resulte a Calderón su estrategia legitimadora. Ningún disfraz ni guión le ha resultado. Las encuestas lo demuestran, los ejecutados son evidencia. Desde todos lados la crítica surge, desde la izquierda e incluso desde la más recalcitrante derecha.

Un líder narcisista maligno, que ve frustrado el reconocimiento popular que pretende, al desesperarse puede llegar a estados de agresión severos. Esto explica por ejemplo, la venganza contra Creel. Desde su círculo más cercano, Calderón está gestando actos de agresión contra quien considera responsable de no lograr el respaldo para sus políticas y estrategias político económicas, que simbolizarían el respaldo popular deseado. “Vivir Mejor”, frase que se repite hasta la nausea en los promocionales del gobierno, no logra la penetración deseada, simplemente porque la gente ya hace oídos sordos a las promesas y se ha vuelto al pragmatismo económico, en vista de la necesidad causada por la carestía.

Por otro lado hay muchos políticos que no desperdiciarán la oportunidad de aprovecharse del desgaste psíquico al que se ve sometido Calderón y su equipo cercano. Tratarán de sacar todas las ventajas posibles, incluso empezar a ofrecer un sustituto presidencial una vez llegado el primero de diciembre de 2008. Esto generará más frustración y agresión en dicho grupo, pudiendo llegar a situaciones delirantes donde se perciban a más enemigos de los que realmente tienen. Así no se puede gobernar. Mientras más ocupen sus pensamientos en defenderse de supuestas agresiones y atacar, más descuidarán las tareas de gobierno, con el consecuente descontento de todos los estratos políticos, económicos y sociales. Esto pronto será evidente. Una de las evidencias mayores es el insultante gasto en publicidad y eventos que la presidencia espuria realiza. Muchos de estos gastos se refieren sobre todo a contrarestar la imagen de Andrés Manuel López Obrador de manera reactiva, obsesiva e impulsiva.

La violencia del Estado genera violencia popular. De ahí que en el “cuarto de guerra” calderonista, se deba reconsiderar la estrategia y empezar a optar por acciones menos desesperadas. Pero la impulsividad, la “mecha corta”, es la marca de la casa.

No son suficientes las frases bonitas, se piden hechos, acciones concretas la misma derecha lo exige. Quienes le apoyaron a encumbrarse ya se sienten decepcionados. De ahí la desesperación. El pretendido adelgazamiento del Estado ha generado una anarquía violenta en la que los poderes fácticos matan a diestra y siniestra.

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