La máscara y las encuestas



En la búsqueda de la legitimación, el político escicha a las encuestas, más bien a los encuestólogos pagados. Teniendo a la manos investigadores universitarios que podrían hacer mejor las dichoas encuestas. ¿Por qué tienen que pagarle a las firmas encuestadoras? Porque siempre ha sido un negocio la adulación.
El encuestólogo se ha convertido en el nuevo cortesano, aquél que presenta “números” para convencer al político de una realidad ficticia, que sabe que solamente convertirá en realidad mediante la manipulación de las masas. Allí es donde entran los medios, a tomar las encuestas para generar retos en la mercadotecnia política, a fin de vender la máscara de tal o cual líder político.
Nadie se las cree, ni sus esposas, quienes incluso llegan a morir de enfermedades autoinmunes agobiadas por el resentimiento de saber la realidad y lo que se proyecta. Es el coraje del engaño el que ellas sienten al saber que así como engaña al pueblo, el político las engaña a ellas.
Pero esto no es importante para el político, lo importante es acercarse al ideal de lo que tendría que ser un resultado de encuesta satisfactorio, como si fuera un espejo parlante ante el que se mira y se reafirma narcisistícamente. En verdad que esta patología del narcisismo maligno en el político deviene crónica y progresiva. Cada vez más enloquecido, el político no escatimará esfuerzos e incluso sangre derramada, a fin de que su verdad se materialice. Tendrá que usar siempre su máscara y confabularse con los medios y con sus líderes de opinión para engañas cada vez más.

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